"Uff, por dónde empezar... Tardaron 38 minutos en traernos la carta (que es un código QR, ya podrían tener una para cada mesa). Nos sentaron rápidamente, pero como ya mencioné, tardaron una eternidad en atendernos. Siempre he pensado que si no pueden atender a tantas mesas, lo mejor es sentar a menos personas y listo. La comida no me gustó. Los judiones de la granja eran extrañamente pequeños; adjunto foto para que se vea que no son los típicos judiones ni los que muestran en internet. Y en cuanto al sabor, tampoco mejoró mucho. Pero como digo, esto ya es una apreciación personal. Las patatas revolconas tampoco me entusiasmaron (a ninguno de los tres que fuimos, y hemos probado muchas en diferentes lugares), pero no sé, tenían un sabor de fondo que no me gustó (dejamos la ración a la mitad). Los torreznos que estaban encima sí estaban muy buenos. Las croquetas de pollo y de jamón no las probé, así que solo puedo comentar sobre su apariencia, que era buena (redondas); mi hijo dijo que estaban pasables. Ahí lo dejo. El pollo en salsa fue muy, muy normalito. Tampoco me lo terminé, pero fue lo que más me gustó, y aún así, no era una maravilla (repito, es mi opinión). Probé el bacalao en salsa y tampoco me gustó mucho; la comida, en general, no era gran cosa. El ambiente de la terraza (cubierta y con un estufón de leña que era agradable) podría haber estado bien si no fuera por algunos clientes que no cerraban la puerta al salir, y en esos momentos te quedabas helado (en esto, a priori, no tiene culpa el restaurante). En definitiva, fue una parada casual (no teníamos intención de comer allí) y nos costó unos 90 € para tres (sin postre y solo con agua). Realmente, no me pareció una comida digna de ese precio. Si hubiera costado 50 €, ya sería otra cosa. Eso sí, las raciones eran generosas."