"De batalla. Éramos ocho personas para cenar. Tan pronto como llegamos y antes de sentarnos, una camarera un poco nerviosa nos dice que ordenemos ya porque están esperando una mesa de diez personas y si se unen a ellos, tendremos que esperar. Le pido que no nos apresure y que nos deje sentar. Eran las diez de la noche y la otra mesa llegó a las diez y quince. Más tarde vino otra camarera, muy amable, pero había mucho caos. Nos traen lo que pedimos, bueno, lo que había, porque faltaban cosas, pero lo pusieron en la mesa sin platos ni cubiertos. Eso que habíamos reservado unos días antes. También se olvidaron del pan, que tuvimos que solicitar. Las ensaladas sin aderezo, tuvimos que pedir los ingredientes para sazonarlas, pero el vinagre no apareció por ningún lado. Al final, apareció un recipiente de plástico que iba de mesa en mesa porque no había más... Los calamares, buenos. Los mejillones, grandes pero sin frescura ni buen sabor, con un tomate insípido por encima. Una pequeña porción de bonito y una lubina súper pequeña, la mitad del tamaño normal... En resumen, una cena bastante pobre. El precio, unos veinte euros por persona, pero no valía la pena. Además, los de al lado empezaron a cocinar un chuletón, y el humo que salía con olor a keroseno nos hizo levantarnos a todos y mudarnos al rincón opuesto. ... Espero tener una mejor experiencia si regreso."
