"Sobre las 10 de la mañana paramos a reservar mesa en el hotel, pues habiamos visto que las críticas no eran del todo malas. La primera toma de contacto, protocolo covid para poder acceder (desinfección de pies, manos y toma de temperatura). Preguntamos por el menú, no sabemos que habrá, pero tres primeros y tres segudos y precio? Sobre 16-18€. Llega la hora de la comida...otra vez protocolo covid, está vez ordenado de un modo más imperativo (por la que entiendo es la dueña). Con intención de tomar un aperitivo y un refresco, esperamos sobre unos 20 minutos, atendiéndonos un niño, que dudo si tendría los 16, con pocos modales y hablándonos de tú , conseguimos que nos sirvan. Primera sorpresa, en la cocina y en la barra nadie con mascarilla. Pasamos al comedor, solos, transcurridos 10 ' entra una pareja... segunda sorpresa, les atienden primero que a nosotros, aprovechamos para escuchar el menú. A dos de nosotros no nos convence el menú y preguntamos la posibilidad de una ensalada o de la carta de tapas y otros, la respuesta fue el menú es cerrado, la carta es para la noche , a los pocos minutos a otra mesa les sirven de todo menos el menú. Viene el menú, las judías secas, frías, para nada hechas del día y llenísimas de hilos, el cuscús muy pobre e insípido, la pechuga de pato...seca y escasa. La parrillada de carne, del día anterior, seca y fría. Las costillas a baja temperatura...sin comentarios. Para rematarlo, sin aire acondicionado en el mes de Agosto y comiendo con moscas y otros insectos. Y la guinda del pastel, la que parece propietaria sin mascarilla en todo momento, respuesta a los clientes que le reclaman la mascarilla, la gente no me entiende...yo diría que quería lucir el carmín de sus morros."