"Este es, o mejor dicho, era un restaurante familiar de toda la vida de Barcelona. Por lo que pudimos comprobar más del 50 de los clientes eran extranjeros. Menos mal que tanto el servicio, como la comida sigue siendo una buena opción. Los entrantes con algún altibajo, por ejemplo, los buñuelos de bacalao dejaban mucho que desear. Ensaladilla, calamares a la romana, esqueixada, todo bueno. El pescado y marisco que probamos era de calidad y en su punto de cocción. De postres, la torrija era excesivamente dulce. Nuestra camarera fue algo lenta con respecto a los demás, por lo que pude ver. El local sigue teniendo ese no sé qué entrañable para los que conocemos este restaurante desde hace muchas décadas. Por cierto, el pan buenísimo. A ver si toman ejemplo otros restaurantes que le dan tan poca importancia a un acompañamiento tan imprescindible, en una buena mesa."