"Fuimos gratamente sorprendidos por su propuesta gastronómica, poco convencional. Todo estaba muy bien presentado y explicado. Sin embargo, hacia el final de la comida ocurrió algo que, en mi opinión, arruinó la experiencia. De repente, una pareja llegó con un perro de tamaño mediano, suelto y se sentaron en una mesa. El perro no se acercó a otras mesas, pero no paraba quieto. Se acercaba a un estante cerca de su mesa, donde había vajilla, y se levantaba y asomaba la cabeza sobre la mesa en busca de comida. Tal vez sea que me estoy haciendo mayor, pero parece que las nuevas generaciones, o no tan nuevas en este caso, olvidan con frecuencia que un perro no es una persona, por mucho cariño que le tengan. También olvidan que no están en su casa, sino en un lugar público, donde se sirven comidas a otros comensales que podrían sentirse incómodos por la presencia inesperada del perro y por la falta de higiene que esta podría provocar. Recordemos que muchas personas caminan descalzas y que lo huelen todo. Esta es solo mi opinión/reflexión."
