"Llevamos años yendo a la pizzería, y ayer decidimos no hacerlo de nuevo. los propietarios son dos argentinos anti-páticos, es difícil saludarlos, no tienen detalles de ningún tipo con clientes regulares como nosotros. Ayer, cuando comimos, tuvimos que pedirles que dejaran de martillar, porque mientras el establecimiento estaba abierto, tenían los baños cerrados haciendo obras durante la comida. Tuve que echar un poco de espagueti carbonara porque el bechamel sabía de harina quemada. Para pagar, tuve que acercarme al bar porque no había manera de que ellos vinieran a nuestra mesa y cuando les dije que habíamos sido tratados muy mal, con mucho ruido, uno de los hermanos salió de la cocina como una exhalación diciendo que la harina no se quemó por fin, no seré el que les enseñe cómo tratar a los clientes, pero está claro que para empezar tendrían que ir a una escuela de hospitalidad y ser educado."