"Me habían hablado muy bien de los caracoles de esta taberna en pleno Rastro así que coincidiendo con una visita familiar a Madrid y con una buena mañana de Rastro dominical reserve mesa hace ya varias semanas, concretamente a las para así evitar un poco la posible avalancha en día de mercadillo. Tras no recibir confirmación a través de la web que les gestiona las reservas llame directamente donde me indicaron que sin problema me reservaban una mesa para seis personas en el interior ya que en barra no reservan lo que al no conocer el local me pareció perfecto.A las entrabamos en el local con una barra atestada de gente y en que las tapas que se observaban pintaban bien, en la misma me indicaron que las reservas se gestionaban en la planta de abajo de local y hacia allí nos dirigimos rumbo a las catacumbas porque no se puede definir mejor la planta baja.Nada mas bajar la mirada de la camarera reflejaba un rostro malhumorado de mas trabajo y nos indica que hiciéramos cola india en las escalera dejando un paso libre y sin indicarle ni reserva ni nombre alguno nos limpia una mesa que acababan de dejar libre. Tras minutos de espera nos toma nota en plan rápido que tengo prisa, minutos mas tarde nos lanza seis platillos al vuelo sobre la mesa de los cuales hubo que devolver la mitad por su escasa limpieza por llamarlo de alguna manera, no si antes remarcarnos en un primer intento que no estaban sucios y ante la evidencia al mirarlos cambiarlos pero haciéndonos un favor.Pasadas las dos de la tarde llegaron seguidos sin orden alguno todos los platos que pedimos.Los caracoles hacen honor a la fama que les procede junto a los torreznos y en general el resto de platos, pero el servicio de mesa tira por tierra la experiencia.Se supone que el servicio en barra es el típico , concurrido y ágil que le da la fama, pero no así en el de mesa en el que el concepto de atención al cliente se pierde entre las catacumbas."