"La acústica era terrible. Había una mesa con tres hombres hablando y parecía que eran 50. Mi pareja no me escuchaba cuando hablaba. La comida, por mi parte, fue fatal. Pedí unas berenjenas que se suponían estar asadas con queso de cabra. Resultaron ser lonchas a la plancha con una loncha de tomate y otra de queso brie, y tanto pesto que una hora después aún me sabía todo a pesto, a pesar de que lo quité. Luego pedí un salmón que salió demasiado cocido y carbonizado. Nunca deberían haber sacado ese plato a la mesa. Sin postre, sin café, sin vino, solo dos entrantes y un plato principal porque no pagué el salmón, me costó 45 euros. Un robo."