"Hemos ido varias veces a cenar a este restaurante y nos gustaba bastante, pero ésta será la última. Al llegar, esperamos a ser atendidos tal y como se indica en la entrada; después de esperar unos minutos, cuál es nuestra sorpresa que el camarero nos hace señas desde lejos para que entrásemos y otra seña para decirnos en qué mesa sentarnos. Me pareció descortés, pues lo suyo hubiese sido que se hubiera acercado, nos hubiera saludado y nos preguntase cuántos seríamos, y más cuando en ese momento estábamos 2 personas pero íbamos a ser 4 y de haberlo sabido, nos hubiese asignado otra mesa más grande. Ya sentados, tuvimos que esperar 20 minutos a que nos tomaran nota de la comanda; y no fue porque el local estuviera a rebosar de gente....si no porque el camarero desapareció y el personal de la barra estaba a lo suyo. Cuando por fin nos anotaron lo que queríamos, le preguntamos a la camarera si podíamos pedir más platos a partir de las 22 horas (teníamos entendido que debido a las restricciones no estaba permitido), pero nos dijo que sin problema, que lo que no podían era admitir a más clientes a partir de esa hora. A las 21:50 aparece la misma camarera para ver qué queríamos de postre....aún con comida en la mesa y después de habernos asegurado que podríamos pedir más platos. Viendo que tenían mucha prisa por cerrar y con esa forma tan sutil de echarnos, decidimos irnos y además con hambre, pues no habíamos terminado de cenar. En cuanto a la comida, tampoco quedamos satisfechos. La tabla de ibéricos, para el precio que tiene, bastante escasa de cantidad: de chicharrones nos pusieron 2 lonchas y de paletilla 3 ; las croquetas de variadas nada: casi todas eran choco en su tinta; la tortilla de jugosa poco...era un bloque compacto; y el resto de los platos bien, pero los recordábamos mejor. En resumen: personal despreocupado y comida que ha bajado calidad y cantidad. Una pena, ya que han perdido 4 clientes."