"He dudado mucho en si escribir o no esta reseña. Puedo entender que todo el mundo tiene derecho a tener un mal día. Y trabajar cara al público, por años de experiencia sé, es todo un reto en ocasiones. Tenía muchas ganas de probar este restaurante ya que pasaba a menudo de camino al trabajo. Me ilusionaba ver la minuciosidad con que el propietario (deduzco) coloca cada mesa y cada silla, a la perfección, siguiendo las líneas de las baldosas de la calle. Deducía de ello que esa atención al detalle se trasladaría también a sus platos y servicio. Y estoy seguro que así es. La comida denota calidad. El arroz negro, por ejemplo, está buenísimo, así como sus pescados, pimientos del padrón,… Por desgracia todo ello, la comida y la experiencia, se vio empañado por una atención pésima. La persona que nos tomo nota, nos sirvió los platos, nos “atendió”, lo hizo con la mayor desgana y falta de educación de la que era capaz (espero que no sea capaz de hacerlo peor). En ningún momento nos miro a la cara, tomaba nota con más interés en los viandantes que en lo que pedíamos, ni una sospecha de amabilidad en su forma de hablar y por supuesto ese día una mínima sonrisa no formaba parte de la carta. Querré dar una nueva oportunidad a este restaurante, una vez pasado el disgusto y digerido el mal sabor de boca. Creo que el lugar lo merece y mi cómplice admiración por las manías del dueño me empujan a ello."
