"varió desde croquetas de pollo, bacalao, jamón ibérico y otro que no recuerdo, pero no importa ya que todos tenían el mismo sabor, la variedad estaba en la carta, no en el plato. Un pulpo gallego que estaba tan duro y fibroso que incluso costaba cortarlo con el cuchillo. Y el servicio... ¿qué decir del servicio? Salimos sin pedir postre por falta de atención y en la caja nadie decidió cobrar hasta que una chica nos preguntó qué queríamos. Yo dije que quería pagar y ella respondió "ahh", donde se escuchó. Nos sentimos totalmente invisibles para el servicio. No volveré."