"En el camino primitivo de Santiago a Finisterre, y en una casita de piedra a la orilla del río Tambre, se encuentra este restaurante que ofrece muy buenas opciones. Frente a frente, separado por el río, se aprecia la magnífica paz de las aves y unas vistas hermosas sobre el puente medieval, construido sobre los restos de un antiguo puente romano. Un entorno magnífico y un restaurante sorprendente donde se disfruta de una buena cocina. Aunque la carta es pequeña, es suficiente para cumplir con las expectativas, ya que todo lo que se sirve está bien preparado y, sorprendentemente, muy bien presentado; y digo sorprendentemente porque el ambiente parece predisponerte a algo diferente. El servicio es rápido y eficiente, atendido por un personal muy amable, y la relación calidad-precio es valorada, lo que convierte este lugar en una opción a considerar para futuras visitas. Muy bueno."