"Todos los Paradores Nacionales tienen ubicaciones extraordinarias y este no podía ser menos. Las vistas desde los erosionados acantilados dunares de la Costa de Doñana, los espectaculares atardeceres de colores pastel mediatizados por la cercana desembocadura del Guadalquivir son sencillamente únicos. La arquitectura cálida del edificio, sus nobles revestimientos interiores de madera, el blanco de sus volúmenes rompiendo con la naturaleza que rodea al Parador, hace de esta instalación turística un destino obligado para amantes de momentos mágicos. Su restaurante un refugio selecto para exigentes gourmets. El personal profesional, amable y bien dispuesto. El precio razonable para la experiencia de calidad y buen servicio que dispensan."