"No entiendo alguna de las reseñas que he leído a no ser de un mal día (que lo tiene cualquiera) o que sean insidiosas. Comimos gazpachos manchegos y tuve que pedir pañuelos porque me saltaban las lágrimas de lo buenos que estaban. Y eso que venía ya llorado diez minutos antes de la sacudida emocional que fue probar ese pisto manchego excepcional. De postre la torrija es un must. El servicio impecable, rápido y atento. Las paellas y los arroces que sirvieron en las otras mesas parecían hechas en la propia Valencia, con un aspecto inmejorable. El precio de risa para la calidad y cantidad de lo comido. Un robo a mano armada pero para ellos. Enhorabuena por hacer posible una comida auténtica, con corazón y alma y sin tener que abusar de la cartera de los clientes. Por poner una pega, en el salón no estaría de más una mejor iluminación. Para mí gusto es escasa y hace que proyectes sombras sobre el plato, perdiendo parte del sentido de la vista. Gracias por la atención y sobre todo por tan grata experiencia gastronómica."