"Una sorprendente y grata experiencia. Pasamos de casualidad por allí. No teníamos reserva, pero había sitio. Nos gustó el aperitivo de mejillones en escabeche, por su curiosa mezcla de sabores. Las croquetas están muy cremosas y saben a jamón, aunque no sorprenden tanto como el resto de los platos. La lasaña desestructurada, fuera de carta, nos encantó. La pasta en su punto. El rape también muy rico, con una salsa de curry muy suave y un pomelo ácido que contrasta con todo lo demás. Y el postre fue lo mejor. La esponja de pistacho sobre su misma crema y el hibiscus, espectacular. Cómo regalo final, nos trajeron unos filipinos de chocolate blanco, rellenos de licor café, ideales para terminar. El local es pequeño, con ambiente muy tranquilo. Y la atención perfecta. El precio es alto, pero creo que está justificado, por la calidad y elaboración de los platos, y por el servicio (tres camareras para ocho mesas)."