"Mi amigo llevaba años queriendo cenar en este restaurante pero siempre fue imposible por estar siempre completo. Esta vez lo hizo con mucha antelación y pudimos ir. Fue una experiencia más que recomendable. En una calle del casco histórico se ubica esta maravilla para el paladar, donde reina la cocina de mercado y saludable. El salón es pequeño, acogedor e íntimo, y aunque en la entrada hay bastante caos por la aglomeración de gente, dentro de la sala estuvimos como en casa. Disponen de una carta con una propuesta culinaria muy concreta, a pesar de no estar del todo actualizada, pues no tenían muchos de los platos que ofrecían. Estaba todo riquísimo; cocinado con mucho mimo y utilizando materia prima de gran calidad. Mención destacada merece su famosa tarta de queso, con un sabor que la distingue de todas las demás. Uno de sus puntos fuertes es, sin duda, el servicio. Amables, serviciales, atentos, rápidos… No se puede pedir más. Como aspecto a mejorar, les sugiero cuidar la higiene de los baños en las últimas horas del servicio así como el almacén donde guardan las bolsas de basura, ya que están demasiado cerca del salón principal y no da muy buena imagen, ya que los camareros no paraban de entrar y salir del espacio en concreto dejando a la vista de los comensales todo… Sin embargo, volvería sin dudarlo."