"Muy cerca de la Sagrada Familia, encontramos este restaurante, medio escondido en un pequeño portal de la calle Rosselló. En este establecimiento, todo es pequeño, el espacio interior en forma de embudo, donde la parte de la entrada es la más ancha y se estrecha hasta el final donde está la cocina. Solo dos mesas y dos barras para una treintena de comensales, hacen que el espacio sea recogido y acogedor. Disponen de una carta con sus especialidades más relevantes, de las que entre otros platos podríamos destacar, los boquerones en escabeche, el temaki de lecha, el tataki de bonito, el udon con almejas y setas al vapor con sake y el queso tomino al horno con alcachofas. Todo ello cocinado con productos de primera calidad, con una presentación delicada pero impactante. Termina el servicio con dos postres de bandera, la torrija con helado de vainilla y los carquiñoles rebozados con chocolate blanco y té macha. Complementan su propuesta culinaria con una carta de vinos tanto nacionales como internacionales a precios moderados. En esta ocasión elegimos un Orange de la DO Tarragona, un Nar i tornar del 21. Interesante elección. El servicio es impecable, atentos a todas las necesidades, al empezar el servicio, la transición de los platos es muy ágil. Los camareros son amables y diligentes. Como el comedor tiene poca capacidad y los comensales mayormente están unos junto a otros, sentados en las barras, esto hace que sea tranquilo y que se puedan mantener conversaciones sin tener que levantar la voz. Quizás si se va con un grupo, es mejor pedir una mesa de las grandes para compartir. Si hablamos de precios, la relación con la calidad es realmente asombrosa. Por todo ello hay que afirmar que este es uno de los restaurantes japoneses, más sorprendentes de Barcelona."
Salsa De Soja
