"Todos conocen la genialidad del director de cine Alfred Hitchcock, pero no tantos se han percatado de su fijación por las escaleras, desde la primera toma de su primera película El jardín de la alegría, pasando por sus famosas Chantaje, Vértigo, Rebeca, Sospecha, Psicosis, La Sombra de una duda, el nombre de 39 escalones, hasta la última toma de su última película La trama. Viene a cuento esta referencia porque he ido a comer al restaurante La Brasa de la Laurel, en la celebérrima calle Laurel de Logroño, llena de ruidosas y desinhibidas despedidas de solteros y solteras. Es un restaurante pequeño, en varias alturas, por cuyas escaleras las tres camareras, simpáticas, competentes y atentas, suben y bajan continuamente, recordándome al genial Hitchcock. Pido una botella de tinto riojano reserva Barón de Ley, me obsequian con un chupito de crema de verduras con aceite de perejil, y empiezo mi festín con un excelente plato de puerros a la brasa con velo de tocino ibérico y cebolla crujiente, continúo con un perfecto pulpo sobre parmentier y pimentón dulce, y finalizó con una deliciosa pantxineta (hojaldre) rellena de crema y chocolate caliente y un cortado. Un final perfecto para una etapa del Camino de Santiago, como los finales perfectos del director inglés. Como dijo Glotón de Gordio a los atenienses en el famoso discurso en la escalinata del Partenón en el 333 antes de Cristo: El género humano comenzó su ascenso desde la barbarie a la civilización a través de la cocina, pues en las recetas se hallan las fórmulas de la felicidad y del progreso ."