Valladolid
Tivoli

Tivoli

Calle Del Cardenal Torquemada 19, 47010, Valladolid, Spain

Café • Queso • Español • Desayuno


"Toda la vida en un barrio y han tenido que pasar 34 años para descubrir un bar en el que se come bien de verdad. Nunca como en casa, porque eso es imposible, pero casi. Es curioso porque el Tívoli siempre ha estado ahí, como el bosson de Higgs (que no tengo ni pajolera idea de lo que es . Es el bar que está frente a la parada de taxis, donde pedías un coche cuando no había ninguno. Antes, era un sitio que estaba bien para unos botellines, una partida de cartas y poco más. Pero hace un tiempo que cambió de dueños y el cocinero es un artista. Pero de brocha fina, trazo preciso y exposición en galería de arte de nivel. Estuve en abril de 2019 con un amigo a la hora de comer. Veníamos de dos Riberas y medio y, por tanto, teníamos la cabeza aún en orden y el paladar sin atrofiar. Con la lengua suelta de puntillo mañanero y con ganas de pegarnos un homenaje sin que tuviéramos que dejar a nuestro primogénito de fianza. El trato es perfecto, de bar de barrio, de cerca de casa. Gente amable y atenta, pero sin esas florituras que a la gente le hacen sentir bien en los restaurantes con dos estrellas Michelín, pero que te son ridículas mientras escuchas los avances de la tragaperras y el partido del Betis en la tele. Mi amigo tiene una frase tan sabía que cada vez que se la escucho me dan ganas de llorar: al bar no se va a hacer cosas; al bar se va a estar en el bar . No hay mayor verdad ni oración que resuma mejor el espíritu del español con ganas de ji ji ja ja. Pues bien, al Tívoli se va a estar en el bar, pero también a gozársela con la mano de ese cocinero. Que tengo la teoría de que lo mismo te puede hacer unos mejillones en salsa de caerte al suelo que ganar un set a Federer en Roland Garros. Qué tipo, menudo manejo de los ingredientes. Para comer aquel día, pedimos unos gambones que nos trajo con un majao de ajo, perejil, cebolla y aceitito (creo que estaba impresionante. La ración creo que era de diez bichos, por tanto, generosa. Y el producto estaba estupendo. No eran de caja de los congelados de Mercadona, ni mucho menos. Eran frescos y carnosos. Maravillosos. De segundo, nos metimos entre pecho y espalda un bistec con patatas fritas y pimientos de padrón que estaba muy rico. Por calidad precio, insuperable (yo creo que nos cobró 11 o 12 por plato, ¡inaudito! . El detalle de sitio excelso fue cuando le pedimos que nos lo recalentara porque habíamos hablado más de la cuenta y se nos había quedado frío (eran cosas importantes, rock, mujeres, puros habanos y la típica noticia de Antena 3 donde aparecería el típico señor al que le había mordido un perro en Socuéllamos o similares , y el hombre lo hizo de mil amores. Un genio. De beber, pedimos un Carramimbre que entró con una tremenda facilidad y que estaba muy rico. Diría que tenía cuerpo, lágrima y sabor a madera de roble centenario de la carretera a Segovia y frutos del bosque, pero no tengo ni idea de esos detalles. Sólo diré que estaba muy bueno. De postre, por cierto, cayó un helado. Si no me equivoco, pagamos por esto y por un par de vinos más 50 euros. Lo cual no lo vaya usted a buscar a Madrid...o al centro de esa ciudad en la que lo innovador es muy caro y lo que se sale de la norma, sobrevalorado y mediocre. Lo dicho, si pasa usted por el barrio de la Rondilla, de faseros, gente tranquila, buena zona de tapeo y un parque enorme entre calles estrechas, de casas todas iguales, pero acogedoras, no deje de visitar el Tívoli. Sinceramente, creo que es una nueva sorpresa en este lugar del mundo. Volveré...porque uno siempre vuelve a casa, al barrio, a los recuerdos, pero no todo va a ser nostalgia. Uno necesita nuevos y buenos argumentos. Y el Tívoli lo es."